San Eugenio de Mazenod - ¿santo patrono de las familias con problemas?


Homilía en un triduo de San Eugenio
San Blas, Loma Pytã (Asunción del Paraguay), el 20 de mayo 2013
Evangelio: Marcos 9,14-29

Queridos hermanos y hermanas,

Muchas veces nos imaginamos a los santos como gente perfecta, que vienen de familias perfectas y están lejos de sufrir nuestros problemas. Cierto, a veces surgen santos así – como Santa Teresita, cuyos padres se han beatificados también. Pero otras veces Dios nos envía a santos de familias no tan ideales, como es el caso de San Eugenio. Incluso algunos lo llaman el santo patrono de las familias disfuncionales.

¿Se puede llegar a ser un buen cristiano, un santo, si uno viene de una familia con graves problemas?

Espontáneamente diríamos que no, porque la situación familiar influye fuertemente en una persona.

  • Si hemos sufrido traumas como niños quizás esto nos llevará a sentir poca confianza en los demás, quizás resultará en un carácter difícil, quizás nos disponga a cometer los mismos errores.
  • Si venimos de ambientes familiares no tan ideales parece haber demasiados obstáculos como para llevar la vida de un buen cristiano. Nos parecemos a este muchacho mencionado en el evangelio de hoy: estaba mal y parecía incurable; por lo menos los discípulos no eran capaces de liberarlo de su mal espíritu.
  • Y es así que incluso dudamos del poder del mismo Jesús – como el papá del muchacho en nuestro evangelio que le dice al Señor: “Si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos”  y Jesús le debe retar por eso: "¿Por qué dices “si puedes”? Todo es posible para el que cree.» Al instante el padre gritó: «Creo, ¡pero ayuda mi poca fe!» Sí, cuando de parte de la familia hay mucha carga sobre nuestras espaldas nos cuesta tener esperanza de un cambio y llegamos a tener poca fe en el poder de Dios. 

Por eso nos hace bien mirar el ejemplo de algunos santos donde se muestra el poder transformador de la gracia. Ejemplos así serían San Pablo, ex-perseguidor de cristianos, o Santa María Magdalena de la cual Jesús había expulsado siete demonios. O precisamente nuestro San Eugenio, a quien algunos llaman el santo patrono de las familias disfuncionales. Vamos a conocer a su familia y mirar la historia de su vida.

La familia de San Eugenio 

Eugenio de Mazenod nace en Francia en el año 1782.
El papá de San Eugenio
Su papá se llama Carlos Antonio de Mazenod, es de la nobleza y ocupa un cargo importante siendo presidente de la corte fiscal de Aix – pero personalmente se encuentra con muchas deudas. La mamá de Eugenio no es de la nobleza pero proviene de una familia rica. Su nombre es María Rosa Johannis. Cuando se casan en 1778, él tiene 33 años y ella 18. Del matrimonio van a nacer tres hijos: Carolina Isabel (que muere a los cinco años de edad), Carlos Eugenio, y Carolina Eugenia.
El matrimonio no ha nacido de un gran amor, es más bien un arreglo por conveniencia económica como solía ocurrir en la época. Y 17 años más tarde, cuando la familia sufre el impacto de la Revolución francesa, el matrimonio fracasa. Primero toda la familia tiene que correr al exilio para salvar la vida pero luego la mamá puede regresar a su país para salvar los bienes. Ella tramita el divorcio legal para ese fin, pero la separación física y el divorcio legal hacen que el hogar nunca más se va a reconstituir. Influyen también los malos consejos de la abuela materna de Eugenio y de una tía algo neurótica.

San Eugenio evidentemente queda interiormente herido de este desarrollo de cosas. 

Su mamá no se porta bien con él. Al volver Eugenio del exilio a los 21 años de edad, ella no se toma la molestia de recibirlo en el puerto – está de paseo con un pariente. Se acentúa el carácter explosivo de nuestro futuro santo. Sufre de aburrimiento y depresiones. Y como muchas veces ocurre, se prepara a repetir los errores de sus padres: dar prioridad a los bienes materiales y los honores, y contraer un matrimonio de conveniencia. Dos veces lo intenta.

Gracias a Dios, este no es el fin de la historia. 

Interviene Cristo, el crucificado, el Salvador misericordioso, a quien Eugenio redescubre un viernes santo. Sigue su compromiso con los pobres y encarcelados, y dentro del mismo año se manifiesta la vocación al sacerdocio. Y lo que es importante para nuestro tema: con la ayuda de la gracia de Dios Eugenio nunca abandonará ni despreciará a su familia.

¿Qué podemos sacar de la vida familiar de nuestro santo para nuestra propia vida? 

  • El primer paso sería, evitar las reacciones negativas. ¿Cómo reacciona nuestro santo cuando se da cuenta que sus padres no se van a unir más? ¿Con enojo y reproches? ¿Con presión fuerte para que se vuelan a unir? ¿Comienza a correr y alejarse? No hay nada de eso.
  • El segundo paso que podemos aprender consiste en actitudes como el respeto, la comprensión y la paciencia. Eugenio ama a sus padres por igual, les escribe cartas, les visita a menudo, les tiene mucha paciencia. Les transmite su propia experiencia del Dios misericordioso y salvador más con su ejemplo que con sus palabras. Así cumple el cuarto mandamiento: “Honrarás a tu padre y a tu madre.” 

El día de Navidad de 1808 escribe a su mamá diciéndole que a pesar de la distancia física han estado juntos la noche de navidad:
La mamá de San Eugenio
"Queridísima mamá, hemos pasado juntos la noche al pie del altar que me representaba el pesebre de Belén; juntos hemos ofrecido nuestros dones a nuestro Salvador y le hemos pedido que nazca en nuestros corazones y que fortalezca en ellos todo lo que es débil. Yo adoraba a Jesucristo en mi corazón, lo adoraba en el corazón de usted, lo adoraba en el altar y en el pesebre, lo adoraba en lo más alto de los cielos".
  • Tercero, en Eugenio de Mazenod se cumple la buena noticia de Jesús que hemos escuchado en el evangelio de hoy: Todo es posible para el que cree. En el evangelio de Marcos, a eso responde el padre del muchacho curado: Creo, pero ¡ayuda mi poca fe!  Podemos sentir lo mismo: tenemos  poca fe cuando sufrimos de situaciones familiares difíciles. ¿Y cómo puede aumentar esa fe? La única pista que nos da Jesús después de curar el muchacho la encontramos en los comentarios que hacen él y sus discípulos: Esta clase de demonios no puede echarse sino mediante la oración.

Ser hombres y mujeres de oración

Si Eugenio pudo quedar en pie como persona y como cristiano a pesar los traumas sufridos, si pudo perdonar a sus padres y llevarse bien con ellos, e incluso crear un lindo espíritu familiar en la congregación que él va a fundar - que somos los Misioneros oblatos de María Inmaculada - , si todo esto fue posible es porque Eugenio fue hombre de oración.

  • Fue hombre de oración aquel viernes santo cuando tenía 25 años y se encontró con Cristo crucificado. 
  • Continuó siendo hombre oración todo el resto de su vida: en la lectura diaria de la biblia, en su devoción al Sagrado Corazón de Jesús, en su amor a la eucaristía, y en su veneración tierna de la Virgen María.

En la vida de San Eugenio podemos constatar el mismo poder de Jesús que se hace patente en el evangelio de hoy: Sí, hasta los demonios más resistentes se pueden expulsar, incluso los demonios de una familia disfuncional. Se expulsan por la oración, por el contacto frecuente con Dios. San Eugenio demuestra  que la oración es el remedio.

Si todavía nos faltan fe y oración, invoquemos la intercesión de San Eugenio de Mazenod, santo patrono de las familias disfuncionales, Amén.

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